HOTELES CON ALMA
Orígenes y legado
El Roosevelt es una leyenda viva de Nueva Orleans, una joya del sur que abrió sus puertas en 1893 y que ha sobrevivido a guerras, huracanes y modas efímeras. Su historia se confunde con la de la propia ciudad: fue testigo de la llegada del jazz, del esplendor del Mardi Gras y de la mezcla cultural que hace de esta urbe un crisol único.
Nombrado en honor al presidente Theodore Roosevelt, el hotel fue durante décadas el epicentro de la alta sociedad sureña. En sus salones se decidieron campañas políticas, se brindó con champán bajo candelabros de cristal, y las grandes familias de Luisiana se reunían a escuchar música en directo mientras el Mississippi fluía, eterno, a unas pocas calles.
El Roosevelt encarna esa mezcla de elegancia y exuberancia que define a Nueva Orleans. Sus pasillos respiran historia: mármoles bruñidos, columnas corintias, lámparas art déco y un aire de grandeza intacto. El mítico Sazerac Bar, con su barra de nogal tallado, es un emblema de la ciudad, donde nació el cóctel que lleva su nombre y donde el tiempo parece ralentizarse al ritmo del jazz.
En cada rincón hay un eco del pasado: los uniformes blancos del personal, los espejos antiguos, el perfume cálido de las flores del lobby. Nada aquí es impostado; todo es autenticidad convertida en arte.
La experiencia actual
Tras su meticulosa restauración, el Roosevelt renació con una elegancia renovada. Combina la grandeza de los años 30 con la sofisticación contemporánea, sin perder el alma que lo distingue. Los huéspedes viven una experiencia de lujo silencioso, donde el servicio es una coreografía invisible y cada detalle —desde la música del piano hasta la luz del atardecer filtrándose por los vitrales— evoca el espíritu del viejo sur.
Hospedarse en el Roosevelt no es solo dormir en un hotel, es habitar una historia.
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