ICONO GASTRONÓMICO Y ENCANTO HISTÓRICO EN EL CORAZÓN DE NUEVA ORLEANS
El Commander’s Palace es, sin duda, la institución culinaria más emblemática de Nueva Orleans. Fundado en 1893 en el elegante barrio de Garden District, su edificio azul turquesa con molduras blancas es tan reconocible como una melodía de Louis Armstrong. Durante más de un siglo, ha sido el epicentro de la alta cocina criolla, cuna de grandes chefs y testigo de miles de celebraciones familiares, banquetes y amores de sobremesa.
Entre sus antiguos cocineros figura el legendario Paul Prudhomme, quien revolucionó la gastronomía de Luisiana con su interpretación moderna del Creole cooking. También aquí se formó Emeril Lagasse, hoy uno de los nombres más respetados de la cocina americana.
Entrar al Commander’s Palace es entrar a una casa viva. Sus salones luminosos, con ventanales que se abren al jardín, respiran una elegancia sureña sin artificio. El ambiente combina el refinamiento de un gran restaurante con la alegría contagiosa de Nueva Orleans: mesas vestidas de blanco, servicio impecable y un murmullo de risas, copas y jazz en directo.
El menú honra la herencia local: sopa de tortuga, camarones con grits, gumbo ahumado, suflés de pan de plátano. Cada plato equilibra tradición y creatividad, como una conversación entre generaciones.
Lo que hace único al Commander’s Palace no es solo su cocina, sino su sentido del lugar. Es un restaurante que representa el espíritu de Nueva Orleans: generoso, festivo y profundamente humano.
Aquí, comer es un acto social, una forma de pertenecer. Cada almuerzo se convierte en celebración, cada cena en una historia que merece ser contada.
El Commander’s Palace no necesita artificios para emocionar: basta con dejarse llevar por el sonido de las copas, el aroma del gumbo y la sensación de que, por unas horas, todo está en su sitio.
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